En los últimos años hemos visto durante la crisis de deuda de la eurozona varias profecías autocumplidas: el temor de los mercados a una crisis de deuda acaban por acelerar la aparición de esa misma crisis. Es un mecanismo de expectativas racionales bastante común y bien entendido; la inmensa mayoría de crisis financieras incluyen este problema.
En el caso del techo de la deuda de Estados Unidos, sin embargo, estamos viendo una situación curiosa: una profecía que por el mero hecho de existir aumenta la probabilidad de que el hecho que predice no suceda. Los mercados financieros estos días no parecen estar demasiado preocupados con la posibilidad (muy real) de que el Congreso no suba el techo de la deuda del gobierno federal y Estados Unidos sufra un impago de sus obligaciones. Esta tranquilidad puede parece justificada en la convicción que ningún político, incluso los épicamente torpes líderes del partido republicano, es tan idiota como para dejar de pagar deudas cuando el país puede hacerlo sin ningún problema. El ratio de deuda/PIB y el déficit público están bajando rápidamente; Estados Unidos tiene una situación presupuestaria (y una pirámide demográfica) envidiable comparado con el resto de la OCDE.
El problema, claro está, es que hay gente en partido republicano realmente así de idiota. Cuando ven a los mercados reaccionar con calma y tranquilidad a sus amenazas de declarar una bancarrota soberana si no acceden a sus demandas, estos mismos idiotas creen ver la confirmación de su creencia que un impago sería algo inofensivo, y todos esos expertos avisando sobre el fin del mundo son unos vendidos al marxismo. Cuanto menos pánico en Wall Street, más convincentes las proclamas de los medios conservadores diciendo que esto del techo de la deuda es un invento de los progres-socialisto-islamistas para asustar al populacho y proteger el advenimiento del comunismo y Obamacare. Wall Street confiando en el sistema político haciendo lo correcto aumenta la probabilidad que los políticos destruyan la economía mundial. Una profecía autonegada, ciertamente.
No nos engañemos: el techo de la deuda probablemente será aumentado en el último momento, y John Boehner probablemente no conseguirá ni una sola concesión de los demócratas. La reforma de la sanidad será implementada y seguirá en los libros; el GOP no tiene los votos para derogarla, y los demócratas no votarán destruirla para hacer feliz a Ted Cruz.
La palabra más importante en el párrafo anterior, sin embargo, es “probablemente”. Hay una posibilidad real que eso no suceda. El partido republicano es una organización muy disfuncional estos días, y John Boehner ha demostrado ser un líder singularmente incompetente. Si hay alguien capaz de destruir la hegemonía económica de una superpotencia en un acto de infantilismo político kamikaze, son esta gente. Las encuestas les están crucificando, pero esto de perder elecciones no parece haberles afectado demasiado.